Quetzalcóatl y el Conejo en la Luna es una hermosa leyenda azteca que te cuenta el encuentro nocturno entre un pequeño conejito que conmueve al poderoso Quetzalcóalt quién enternecido por el noble corazón del conejito, la poderosa Serpiente Emplumada decide regalarle su estampa perenne en la cara de la luna.
Cada país tiene colores, sabores, creencias, mitos y leyendas que lo hacen único.
En México hay una muy bonita y tierna leyenda que se pierde en el tiempo y que habla sobre el encuentro que tiene el dios Quetzalcóatl, deidad mesoamericana de las culturas toltecas, mayas y aztecas con un conejito de campo y la majestuosa luna.
Conoce a continuación la leyenda de Quetzalcóatl y el conejo en la luna.
“Un buen día Quetzalcóatl, el dios sabio que tenía un profundo entendimiento de la naturaleza humana, decidió bajar a la tierra disfrazado en su forma de hombre y comenzó a pasear maravillándose de todas las cosas que él mismo había creado.
Después de largas horas de caminata comenzó a sentirse cansado y hambriento y sin casi darse cuenta de que las estrellas comenzaban a brillar y la luna se asomaba en la serenidad del inmenso cielo, Quetzalcóatl se sentó a la orilla del camino para descansar y observar la majestuosa luna blanca que iluminaba aquella encantadora noche estrellada.
Así mientras sus ojos se regocijaban con el espectáculo celestial nocturno y sus pensamientos viajaban a la morada de los dioses, escuchó que unas ramas se movían y un pequeño conejito salía al campo abierto mirando al dios de la serpiente emplumada sin ningún temor ya que en su apariencia de hombre parecía ser una persona ordinaria reflexionando sobre los misterios de la vida.
Entonces Quetzalcóatl miro al conejo que se acercaba al zacate y comenzaba a comer de el.
– ¿Qué estás comiendo? - le preguntó el dios al pequeño conejo.
– Estoy comiendo zacate. ¿Quieres un poco?
– Gracias, pero yo no como zacate. – respondió la serpiente emplumada.
El conejo se asombró y preguntó:
– ¿Qué vas a hacer entonces?
– Morirme tal vez de hambre y de sed. – afirmó la serpiente emplumada.
Al escuchar la respuesta del visitante nocturno el conejito se sintió triste porque aquel extraño podía morir pronto si no ingería algún alimento y el zacate no parecía el tipo de comida que pudiese salvarlo así que después de reflexionarlo detenidamente se acercó a Quetzalcóatl y muy resuelto de su decisión le dijo lo siguiente:
– Mira, yo no soy más que un conejito, pero si tienes hambre, cómeme, estoy aquí.
Entonces Quetzalcóatl agradecido y enternecido por la valentía y el amor del conejito le respondió con una voz profunda y poderosa:
– ¡Pequeño conejito, tal vez tú no seas más que una criatura que habita la Madre Tierra pero esta noche has tocado lo más profundo de mi corazón, así que te prometo que todo el mundo se ha de acordar de ti para siempre!
Entonces el dios, tomó al conejo entre sus manos y lo levantó alto, muy alto hasta tocar la luna, donde se quedó estampada la figura del conejo que no salía de su asombro al ver su sombra en un lugar tan increíblemente lejano.
Después Quetzalcóalt lo bajó cuidadosamente de nuevo hacia la tierra y le dijo:
– Ahí tienes tu retrato en luz, para todos los hombres y para todos los tiempos.
Y a partir de entonces y hasta nuestros días podemos ver en la luna la sombra de un conejo que se quería sacrificar por un hombre y recibió el regalo de un dios”.
Atentamente,
Antena Colegio